[ Resistencia 2.0 ] -
Red Roja ratifica su
firme apoyo al gobierno nicaragüense frente a la violencia criminal de esta
nueva “contra” que, con inigualable desvergüenza, se nos presenta como
“progresista” por parte de los medios.
Lo hacemos, además,
en un contexto en el que determinada izquierda occidental, una vez más, ha
decidido alinearse con los cantos de sirena de la maniobra imperial. Como
ejemplo, desde Nicaragua llegan ahora voces de indignación ante el
posicionamiento que se ha hecho en el conocido programa Fort Apache contra el
gobierno y a favor de los “rebeldes”.
La gravedad de este
posicionamiento es aún mayor si consideramos que la estrategia de estos “golpes
blandos” promovidos por los EE UU, sus aliados oligárquicos locales, los medios
de comunicación e incluso por el timo de las “ONG” se repite ya en numerosos
países (Libia, Siria, Ucrania, Venezuela y ahora Nicaragua). En todos los
casos, estos sectores de la izquierda de los que hablamos han tomado posiciones
que podríamos calificar de absurdas, de no ser porque son algo peor: traición y
pura claudicación.
Con todo, lo más
peligroso es que, como Red Roja viene afirmando desde que estableció su
criterio antiimperialista[1], estos claudicantes parten de “granos de
verdad”... para acabar defendiendo la peor de las mentiras, la actitud más
reaccionaria posible en el plano de la confrontación mundial en curso. Nuestra
organización no se cansará de repetir que el imperialismo de los países
centrales es el principal límite para la libertad de los pueblos e incluso para
un desarrollo más profundo de sus procesos sociales, por lo que ninguna crítica
o “exigencia” puede entrar en contradicción con nuestra labor principal. Lo que
nos toca, nuestra responsabilidad es debilitar a la retaguardia imperialista,
aquí, en el corazón de la bestia.
El presidente Ortega
ganó las elecciones accediendo a un tercer mandato en 2016, con un 72,4 por
ciento de los votos y un altísimo 66% de participación. Su gobierno pertenece a
la Alianza Bolivariana de las Américas y ha apoyado a Cuba y Venezuela.
Un dato de crucial
relevancia geoestratégica es que Ortega ha establecido acuerdos con
China para un importantísimo proyecto de canal interoceánico, así como con
Rusia en materia de seguridad; razones por las cuales Estados Unidos necesita
derribar su gobierno e instalar a uno más dócil en su lugar.
La patronal
nicaragüense convocó las protestas después de que Ortega aumentara las
contribuciones patronales a los fondos de pensiones en un 3,5%. ¡Las
contribuciones de los trabajadores solo se incrementaron un 0,75%! Además, el
gobierno lanzaba esta propuesta para desobedecer las recomendaciones del FMI,
que exigía elevar drásticamente la edad de jubilación. El gobierno sandinista
se sentía con fuerza para negar las demandas de austeridad del lobby
empresarial y el FMI; ya podían aprender algunos gobiernos tan alabados por la
progresía española, como los de Grecia y Portugal, máxime cuando a nadie se le
escapa que Nicaragua no está en la primera división de países desarrollados
sino que ha sido histórica y secularmente víctima de estos.
El imperialismo es
inteligente y busca aplacar la rebeldía ante sus desmanes. Desde hace años, el
gobierno de EE UU comprendió que los partidos de la oposición nicaragüense
estaban desacreditados y que haría mejor financiando a sectores de la “sociedad
civil” y las ONG. Las donaciones a este tipo de oposición han superado los 5
millones de dólares desde 2014.
Sin embargo, un
análisis mínimamente serio de los actores que secundan y hegemonizan
políticamente las protestas en Nicaragua deja las cosas bien claras a quien
tenga la honestidad de aceptarlas. Desde Piero Coen, el hombre más rico de
Nicaragua, que azuzó a los estudiantes, hasta la Iglesia Católica. Pasando por
la familia Chamorro (de apellido tristemente célebre en el país y representante
de la oligarquía terrateniente tradicional) y por los niños de la burguesía del
llamado Movimiento de Renovación del Sandinismo, cada vez más cercano al
Partido Republicano yanqui.
O la líder feminista
Azalea Solís, directamente financiada por el gobierno de los EE UU. O el líder
campesino Medardo Mairena, también adicto a la financiación del Pentágono. O
Félix Maradiaga, integrante del Foro Económico Mundial y beneficiario de la
llamada Beca Gus Hart, instrumento norteamericano para financiar a lacayos de
la talla de Yoani Sánchez o Henrique Capriles.
Los periodistas de
investigación norteamericanos Kevin Zeese y Nils McCune han documentado, en la
web Popular Resistance, amplia y rigurosamente cuál ha sido el guion de la
violencia en Nicaragua. Realmente, ha estado inspirado por las guarimbas
venezolanas de 2014 y 2017 contra el presidente Nicolás Maduro y contra la
Revolución Bolivariana.
Los medios de
comunicación occidentales se esfuerzan por presentar la situación como
“represión desproporcionada” contra una oposición “pacífica” y “democrática”.
Otro insulto más a su profesión. Pese a tanto vídeo victimista publicado en
Internet, la realidad es que se han organizado ataques armados contra edificios
gubernamentales, 60 de los cuales han sido quemados. También han sido atacados
escuelas, hospitales e incluso ambulancias. Han muerto 15 estudiantes y 16
policías. 200 sandinistas han sido secuestrados y muchos de ellos han sido
atroz y públicamente torturados. ¡Los medios de comunicación no han parado de
desinformar, vendiendo todo esto como represión gubernamental! ¡Cuando los
sandinistas, los policías o los transeúntes son asesinados, se habla falsamente
de represión estatal!
El robo de
automóviles, los incendios y los asesinatos para crear caos y pánico han sido
una constante desde hace meses. Falsimedia no explicará la realidad de la
oposición: mercenarios pagados, con un largo historial delictivo. Ataviados con
cócteles molotov. Con lanzadores de mortero, pistolas y rifles.
Narcotraficantes, en muchos casos.
Sin embargo, cuando
veteranos de la guerrilla sandinista lideran la autodefensa barrial y se crean
barricadas contra los ataques de la oposición, ¡los medios occidentales los
etiquetan falsamente como fuerzas paramilitares! Además, se nos habla como si
todos los estudiantes nicaragüenses estuvieran contra el gobierno, cuando la
Unión Nacional de Estudiantes Nicaragüenses ha defendido a Ortega, lo que la ha
convertido en uno de los más sangrantes blancos de la violencia opositora.
¿Acaso vamos a
esperar un par de décadas para que los medios imperiales nos den permiso para
denunciar el montaje imperialista? Sería un ejercicio inútil muy típico en
nuestras “democracias retardadas”.
En esta situación,
Red Roja, junto a los gobiernos de Venezuela y Bolivia, al Foro de Sao Paulo
reunido en estos días en La Habana y a fuerzas antiimperialistas de todo el
mundo, manifiesta su repulsa frente a este “golpe blando” y su respaldo al
gobierno nicaragüense. Todos estos actores nos merecen mucho más respeto que
determinados “ONG, ecologistas y feministas”.
Nos acusarán de
seguidismo quienes hacen seguidismo del imperio criminal y de las peores
falacias de una supuesta “sociedad civil” con billetes de dólar en sus
bolsillos. No importa. Sabemos que nuestro papel no es hacer “exigencias” al
país agredido o mirarlo con lupa para resaltar sus defectos. Por descontado,
sabremos salvaguardar nuestras necesarias críticas a las líneas que sigan los
procesos revolucionarios y progresistas de su utilización criminal por parte
del ogro imperial; ese en el que estamos inmersos y con el que nos negamos a
tener la más mínima complicidad. Y es que, en el plano estricto de la
solidaridad antiimperialista, nuestro papel (nuestra responsabilidad) es
debilitar la ofensiva en curso y denunciar los objetivos evidentes que se
esconden tras tanta “revolución de colores”.
Los mismos que tras
la oposición venezolana, o que tras los asesinatos de sindicalistas en Colombia,
o que tras la persecución judicial contra Rafael Correa en Ecuador, o que tras
las acusaciones de corrupción que en Argentina y Brasil alcanzan ya incluso a
la izquierda moderada. Porque los hechos acaecidos en Nicaragua deben
insertarse en el contexto de una ola reaccionaria que recorre Latinoamérica y
que está promovida por el imperialismo y sus medios de comunicación.
Quede, pues, para
otros la simpatía de unos medios que, desde luego, en la lucha entre pueblos e
imperios no están para nada “en el medio”. Quede para otros una falsa
neutralidad que solo beneficia al bando más poderoso: ese que desde Washington
o Berlín financia y promueve una sedición hecha a su medida. Ni por activa ni
por pasiva: nosotros no seremos cómplices.
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