por RESISTENCIA 2.0
La Agencia para el
Desarrollo de los Estados Unidos (USAID) se ha convertido en una amenaza
latente para la paz de América Latina y el Caribe. Tras la reciente guerra de
baja intensidad que financió en Nicaragua (a través de su telaraña de oenegés) y
sus irregulares operaciones que incubaron un nefasto esquema terrorista en este
país, es tarea clave expulsar a esta agencia federal norteamericana, o
en su doble efecto ejercer un control exhaustivo de todas sus operaciones, disfrazadas de
tareas humanitarias en todo el territorio nacional, desde hace más de medio siglo.
Es importante aclarar que
la USAID no es ninguna fundación caritativa, como lo pintan sus funcionarios al instalar
sus bases operativas en cualquier país que sea de interés a la política
intervencionista del Tío Sam, sino que es una organización gubernamental, en tanto
se alimenta de los fondos presupuestarios del gobierno estadounidense. Hoy
vista, tras quitarnos el antifaz, como una agencia de cooperación al terrorismo
y el crimen organizado.
Como ha ocurrido a lo largo
de la historia, en los países donde hay gobiernos progresistas como el nuestro,
la USAID, el brazo financiero de Washington, y uno de los tres pilares
reaccionarios y pragmáticos de la política injerencista del imperio (después
del Departamento de Estado y El Pentágono), instala un sistema de oenegés para
llevar a cabo sus misiones y controlar diferentes sectores de la sociedad a
través de supuestas tareas humanitarias y de cooperación.
Después del 18 abril de 2018,
en Nicaragua se le cayó la máscara a la USAID, tras haber destinado millonarios
fondos, a través de la Fundación Nacional para la Democracia (NED) y su red de
oenegés que triangularon más de 4.1 millones de dólares, desde el 2014 al 2017,
para el financiamiento de la intentona golpista contra el Presidente Daniel
Ortega.
A propósito, este lunes autoridades judiciales
ordenaron la captura del principal terrorista de esta mafia, el señor Félix
Maradiaga, quien al frente del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas
Públicas (IEEPP) y como funcionario encubierto de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA), y respaldo de la NED-USAID, captó y canalizó recursos para
financiar a los grupos delictivos que dañaron la economía y rompieron con los
once años de paz y progreso que venía experimentando Nicaragua.
En junio de este año, en medio de la intentona
golpista, el periodista y escritor norteamericano, Max Blumenthal, remarcó en
una amplia investigación sobre el tema, que entre los funcionarios
estadounidenses que recibieron a los líderes de la Coalición Estudiantil,
figuró entonces el director de USAID, Mark Green.
“Además de la NED, USAID ha sido el promotor más
activo del cambio de régimen contra los gobiernos de orientación socialista en
América Latina. En Nicaragua, el presupuesto de USAID superó los $ 5.2 millones
en 2018, con la mayoría de los fondos destinados a la capacitación de la
sociedad civil y las organizaciones de medios”, subrayó Blumenthal bajo aquel
vulnerable contexto.
El 20 de julio de este mismo año, y a tono muy
desafiante contra las medidas para la defensa nacional y del pueblo que adoptó
el Gobierno del Presidente Ortega, la USAID anunció un nuevo fondo de 1.5
millones de dólares “para apoyar la democracia y los derechos humanos en
Nicaragua”.
La USAID, con estos
recursos y la conocida triangulación de fondos a través del IEEPP, en realidad
financió una segunda ola de acciones terroristas, con el calentamiento de
calles o manifestaciones de una supuesta sociedad civil, que no eran más que
elementos de las maras y pandillas violentas del Triángulo Norte Centroamericano,
ligados a su vez al narcotráfico.
Está demás decir que en su figuración más clara,
las oenegés de la Agencia para el Desarrollo
de los Estados Unidos, son las modernas bases militares del imperio, lobos
vestidos de ovejas, haciéndose pasar por las inofensivas fundaciones
samaritanas que contribuyen a la “paz”, “los procesos electorales”, la
“democracia”, “el fortalecimiento de los derechos humanos”, la construcción de
escuelas y hospitales, y otras supuestas tareas humanitarias.
A estas alturas, y con
todas las lecciones aprendidas tras la intentona golpista, es fundamental
investigar los movimientos financieros que todavía ejerce esta agencia. Y como
tema vinculante, precisamente ahora que Nicaragua activará los mecanismos de
cooperación jurídica internacional, al hacer formal solicitud de extradición de
Félix Maradiaga, estar atentos ante el amparo (bajo figura de asilo político)
que Estados Unidos le brindará, para dar una respuesta de dignidad
y expulsar de nuestro suelo a todo agente externo, como la USAID, que
ponga en peligro la paz de nuestro pueblo.
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