Luis Almagro, el corrupto operador político al mando de la OEA



por El Ciudadano -
Aunque Almagro advierte sobre los peligros de la corrupción para la democracia latinoamericana, lo cierto es que es el centro de varios escándalos relacionados con esta práctica, tanto en su paso por la Cancillería uruguaya, como en sus funciones al frente de la organización.
Dime de qué presumes y te diré de qué careces” es un refrán que puede aplicarse a Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), quien a pesar de mantener un discurso anti corrupción, ha sido acusado de malversación de fondos públicos y cuestionado por las malas prácticas en esta institución.
Desde que fue elegido para asumir el cargo en marzo de 2015, con 33 votos a favor, el uruguayo ha demostrado que su interés, más que defender la paz y estabilidad política de la región, se centra en contribuir a restaurar los gobiernos conservadores.
Almagro llegó a ocupar estar posición gracias a su experiencia como ministro de Relaciones Exteriores, durante el gobierno de José “Pepe” Mujica (2010-2015).
A pesar de haber desarrollado su carrera política como militante del partido de izquierda, Frente Amplio, una vez que llegó a Secretaría de la OEA, decidió obviar las violaciones de derechos humanos, violencia y corrupción de algunas naciones para centrarse en atacar a los gobiernos progresistas de Latinoamérica.
Sin rastro de los viáticos
En abril pasado se hicieron públicas una serie de denuncias sobre el mal uso de fondos públicos que realizó Almagro mientras estuvo al frente de la Cancillería de Uruguay.
En concreto se le acusa de no rendir cuentas por 250 mil dólares que se le entregaron para viáticos cuando ejerció ese cargo entre 2010 y 2015, de los cuales solo devolvió alrededor de 12 mil, un 5%.
La acusación presentada por Partido Comunista del Uruguay (PCU), explica que en varios viajes que hizo tenía cubierto los pagos de pasajes, estadía, alimentación y movilización, por lo que gran parte de los fondos quedaron en su bolsillo.
En esos cinco años, Almagro viajó 121 veces y solamente en 16 oportunidades devolvió parte del dinero, sin explicar en qué los gastó, tal y como quedó plasmado en las planillas oficiales.
El diputado del PCU, Gerardo Núñez, indicó que estos 250.000 dólares entregados a Almagro por concepto de viáticos, “representan lo que un trabajador uruguayo va a ganar en 40 años”.
Vehículo para instaurar el orden conservador.
Afianzar la paz y la seguridad del continente son parte de los objetivos de la OEA. Sin embargo, la labor de su secretario general, Luis Almagro, dista mucho de este cometido.
Bajo su gestión se conformó el llamado “Grupo de Lima”, que congrega a 12 países americanos (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú), con el objetivo de actuar como una instancia política regional que permita instaurar el orden conservador.
Las preocupaciones del Grupo de Lima pasan por operar una selectiva agenda que divide el continente en amigos y enemigos, con un marcado sesgo ideológico.
Aislamiento de Venezuela
Entre otros propósitos, este grupo busca aislar a Venezuela de la misma manera que en su momento se hizo con Cuba.
Desde el seno de la OEA, Almagro ha condenado la gobernabilidad del presidente venezolano, Nicolás Maduro, a quien ha llegado a tildar de “criminal” y “dictador”.
También ha pedido “endurecer” las sanciones económicas y políticas impuestas por Washington y la Unión Europea (UE), bajo el pretexto de que son una forma de contribuir con “el retorno de la democracia” a ese país.
Ha tratado, sin éxito, de concretar la aplicación de la Carta Democrática Interamericana para lograr la expulsión de Venezuela del organismo internacional con el argumento de una “crisis humanitaria” provocada por el gobierno de Maduro.
Incluso busca propiciar una investigación contra el país ante la Corte Penal Internacional, por la supuesta violación de los derechos humanos.
Persecución de líderes de izquierda
Otro de los puntos clave de la gestión de Almagro, es su respaldo a la persecución política de líderes de izquierda como el expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva,  a quien se le acusa de caso de corrupción con la empresa brasilera Oderbretch, con el interés de frenar su postulación a los próximos comicios presidenciales.

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