Nicaragua, el engaño mediático
posted by Resistencia 2.0
on junio 08, 2018
por Fabrizio Casari
Ni siquiera la OEA quiso prestarse al intento de golpe de Estado de Nicaragua. El mismo Secretario General, Almagro, ya había advertido que el diálogo entre las fuerzas políticas era la única forma de hacer un perfil de las reformas institucionales, incluida la electoral, y que solo a través de las elecciones se puede conquistar el gobierno del país.
Almagro también había recordado que el gobierno sandinista ciertamente no está etiquetado como una dictadura, mientras que, por el contrario, las mentiras ofrecidas por la oposición demuestran su falta de fiabilidad.
Sin embargo, junto con la violencia, las mentiras son el sello distintivo de un intento de golpe de Estado por parte de una derecha que trata de comerse el país. El cuento que brindan los medios internacionales es indecente, en Italia hay Repubblica, Corriere y Manifesto que contribuyen al falsimedia.
Nicaragua es ahora un símbolo de hipérbole, el reino de lo surreal, el laboratorio de la manipulación, de la ofensa a la lógica, de la ignorancia que quiere imponerse al sentido común. Desde el 18 de abril, la verdad es aplastada por la propaganda de la casta que usa armas y teclados para imponer su agenda.
Hay que decir que el plan proporcionado por Gene Sharp, conocido allá como golpe suave y aquí como "primaveras" o "revoluciones de color", en la variante nicaragüense se caracteriza por una apariencia más cruel en la violencia perpetrada y, sobre todo, por el uso masivo, más que en cualquier otro contexto, de mentiras sin límites e imágenes estereotipadas basadas en la inversión de los hechos.
En los medios, los matones se convierten en "estudiantes pacíficos", pero no son ni estudiantes ni siquiera pacíficos. Matan y arden, golpean a los militantes sandinistas, pero la prensa los define como “víctimas” de la Juventud Sandinista.
Sin embargo, algunas inconsistencias son obvias. Por ejemplo, uno podría preguntarse si es creíble que la demanda de democracia y la defensa de los más pobres vea a los empresarios, los terratenientes y la jerarquía eclesial a la cabeza de las manifestaciones. ¿En qué país has visto esto alguna vez?
Y otra: ¿es creíble que los sandinistas quemen sus casas y sus casas partidistas, sus vehículos y sus banderas, que destruyen monumentos y murales dedicados a los héroes sandinistas y que, para concluir, se pegan un tiro?
Se ha dicho que el gobierno reprime, pero en qué otro país la policía por orden del gobierno, de acuerdo con lo establecido en el diálogo nacional, permanece acuartelada mientras las bandas delincuentes que tenían que parar están en cambio bloqueando carreteras, matando, devastando y saqueando? ¿Y cómo es posible creer que los estudiantes son pacíficos y la policía es represiva cuando ya hay más de 10 policías muertos por disparos? Por mucho menos en los EE. UU., como en Brasil, Perú y Colombia, el ejército salió a la calle y se impuso el toque de queda, pero nadie habló de dictadura.
En Nicaragua no existe un levantamiento popular contra el gobierno, solo en 23 municipios de 153 hay disturbios. Hay una derecha que ha redescubierto su pasión entreguista a la cual es históricamente adicta y ha movilizado todo el antisandinismo, que nunca debe ser subestimado por el número y el odio que emana. La reforma (retirada) del INSS fue el detonante, pero las razones de esta explosión de violencia residen en la decisión tomada entre Washington, Miami y Managua de intentar un golpe de Estado para deshacerse del gobierno sandinista.
Sintió la derecha que era hora de aprovechar la situación, con un Departamento de Estado de los EE.UU. repleto de las peores subjectos del terrorismo anticubano. Se repite la aplicación del plan ya visto en Venezuela y en los países de Europa del Este o árabes, pero en Nicaragua se brinda con el sórdido placer de la venganza contra los Sandinistas, que Estados Unidos nunca lograron derrotar en la historia.
La derecha ha decidido aprovechar la posible intervención extranjera para lograr el propósito: se arrodilló primero en Washington para obtener el Nica Act, luego trató de asegurar la entrada a la escena de terceros países para tratar de dar el empujón. Para darse esta oportunidad, fue necesario ubicar al país en una emergencia; sin una condición de guerra civil, ningún país extranjero o institución internacional se habría movido.
Para activarlo utilizaron un pequeño partido, el MRS, que siempre se ha presentado en coaliciones electorales con la extrema derecha, pero en todo el mundo se hace pasar por un partido de izquierda, obviamente donde los izquierdistas se hacen engañar. MRS es el estado mayor de las tropas de rancor, que dirige maras y lumpen encargado del terror a cambio de dólares. No pudo robar el FSLN en 1994 y ahora intenta robarse todo el país.
Pero el intento de desencadenar una guerra civil no funcionó: el presidente Ortega, que podría haber dado rienda suelta a la defensa del país y a la integridad de los sandinistas, mantuvo al FSLN y las fuerzas de seguridad con manos firmes en la paz. Por el momento, por lo tanto, no hay guerra civil sino solo vandalismo, que se relaciona con la delincuencia y no con la política. La ecuación entre la derecha y la violencia toma forma, se convierte en sentido común y ni siquiera la otra gran manipulación que ve a todos los muertos dignos del mismo dolor, funcionará durante mucho tiempo, porque entre las víctimas y los perpetradores a lo largo no hay confusión posible.
Derecha e Iglesia verán entonces volver a la mesa debilitados, una con el hombro destrozado y otra que ha perdido su prestigio como mediador poniéndose a la cabeza de la derecha, por lo cual ha sido desmentida por Papa Francisco. La negociación deberá ser más creíble que la anterior, aun si el objetivo de ambos siempre ha sido la expulsión del sandinismo por parte del gobierno nicaragüense y no habrá, en apariencia, novedades. En la negociación anterior, se les pidió a Daniel Ortega de darse por vencido como una condición para hablar, sin el más mínimo sentido del ridículo, aun solo ante las proporciones del equilibrio de poder.
¿Qué significa, de hecho, pedirle a Daniel Ortega, elegido por abrumadora mayoría absoluta, que abandone el gobierno? Pedirle a Daniel Ortega que se aparte es como pedirle a Nicaragua que expulse al sandinismo de su perspectiva política, aunque representa la opción mayoritaria del país.
Daniel Ortega, además que el líder, es cuerpo y el alma de los sandinistas, es su memoria histórica y perspectiva política: en él se reconoce su electorado, a él se apegaron los cientos de miles de nicaragüenses que lo han elegido primero a Presidente, luego como líder de la oposición, luego otra vez como Presidente. ¿Y frente a quién y qué debe rendirse el FSLN, que en su historia trae el estigma del rechazo de la rendición a enemigos de bien diferente espesor?
Daniel y el FSLN permanecerán en su lugar. Solo entonces se podrá compartir una agenda de reformas que pone un nuevo sistema de reglas que todos deberán aceptar, sin olvidar que cualquier cambio a la Constitución solo puede hacerse con el voto del Parlamento. Entonces, o con este Parlamento o con lo que resultará de las próximas elecciones, cuyo plazo previsto (2021) sin duda será el tema de discusión, porque la derecha quisiera aprovecharan el impulso de las protestas.
La legislatura quizá no llegará a la expiración natural, pero ciertamente no se votará de inmediato. Y cuando será, allí se verá el límite de una derecha ya dividida, sin liderazgo y aliento político; se mantienen unidos sólo con el odio visceral en contra de Daniel Ortega y de los sandinistas, pero el odio no es un programa político y aunque ha vuelto a descubrir su tamaño importante, ha probado el uso de la plaza, no es capaz de construir una propuesta de política ganadora.
Su sueño es repetir lo que sucedió en 1990, cuando 14 partidos se unieron al FSLN y ganaron las elecciones. Pero el contexto es muy diferente. En 1990 el pueblo votó con el arma en su sien, pero no será así. La Nicaragua actual, a diferencia de 1990, no proviene de una guerra con 50,000 víctimas y un embargo que mata al país. No existe la pesadilla del servicio militar obligatorio para sus hijos, no hay guerra en las fronteras, no faltan alimentos y necesidades básicas; abundan los nacimientos, no los funerales.
En las próximas elecciones, la derecha vendrá con la responsabilidad del golpe fallido y con la ola nihilista, con el veneno extendido en el aire y los cadáveres en el suelo. El FSLN traerá consigo el sentido de la responsabilidad nacional, el mayor programa de modernización en la historia del país y su ascenso a un modelo de desarrollo equitativo. Lo que la derecha no puede jactarse, estando todavía vivo el recuerdo de los dramáticos 16 años de gobiernos liberales, que colapsaron a Nicaragua llevándola a un nivel de pobreza igual al de Haití.
Una nueva fase ha comenzado en Nicaragua: volvió el conflicto de clase, el choque político, ideológico y programático se ha reanudado. A continuación, tendrá lugar la recuperación de la función del FSLN, que en ausencia (hasta ahora) de una oposición importante fue tal vez demasiado centrado en la subsidiariedad de la actividad gubernamental y a la construcción de las victorias electorales a expensas de la lucha política e ideológica, que ahora se vuelve a abordar. Para poner a todos en su lugar: los estadistas al frente del Estado, los terratenientes en sus propiedades y los payasos en su circo de ex.
Tomado de: www.altrenotizie.org