Muertos: El plan de la oposición para encender una revuelta golpista en Nicaragua


por RESISTENCIA 2.0 -

La incapacidad de la oposición para ganar limpiamente las elecciones en Nicaragua los llevó a apostar por el plan más macabro: el de incubar muertes y con ello encender una revuelta golpista.

En el camino aprovecharon para destruir, sembrar odio, terror y manipular la mente de los nicaragüenses. 

Dos meses después de iniciada la revuelta el pasado 18 de abril, la oposición tiene claro que fabricar muertes es la mejor empresa que han emprendido para secuestrar el poder que el pueblo recuperó en el 2007.

Las organizaciones aliadas de los golpistas se apresuran a llevar las cuentas de cada muerte y por ese trabajo reciben jugosas sumas de dinero. 

Los medios de comunicación, que desde siempre han vivido “en guerra” contra el Gobierno, no tardan en engrosar sus informaciones con mentiras y manipulaciones. Saben que el papel lo aguanta todo y que la muerte genera repudio.

Mientras más sangre exhiban sus ediciones y señalen un culpable, la violencia despuntará al día siguiente y la indignación en contra del Gobierno también. 

De esta manera, los organizadores de la revuelta golpista (M19 y MRS) tienen todo bajo control. 

En la primera línea están los delincuentes que les hacen el trabajo sucio: matar, intimidar. Hacen lo que sea para sembrar terror.

En el camino encontraron a tres importantes aliados. La Iglesia Católica, en la voz de obispos que juegan un activo rol político a favor de grupos de ultraderecha; a los empresarios criollos desesperados para sacarse a un gobierno progresista de encima; y a las agencias de derechos humanos, como la CIDH y la ACNUDH.

Hasta el momento la CIDH ha jugado el papel más triste y lamentable en lo que lleva de existencia. Condenando a priori, y siendo parte del complot, este organismo lejos de ser un ente imparcial se sumó al plan de la revuelta, legitimando las denuncias, sin investigar y participando de montajes que han hecho los golpistas. Las muertes, como sabemos, son su principal argumento.

Mientras a nivel político el pequeño grupo espera con ansias la renuncia del Presidente Daniel, en la calle la historia es otra.

Como dice un dicho popular, la mentira tiene patas cortas. Y de verdad que así es.

De las masivas marchas opositoras, apenas unos cuantos han quedado en la calle ensuciando el nombre de la patria; otros siguen en los tranques, donde reside el poder del golpe, ya debilitado.

Los focos de violencia, que un día estuvieron encendidos se han ido apagando, pero no por una estrategia del gobierno, sino porque la población así lo ha decidido.

A pesar de todo, de las muertes, la violencia y la destrucción, a los golpistas habrá que recordarles que el drama del miedo tiene un riesgo para el que lo practica: que, de tanto repetirlo, la gente no se lo crea.

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